jueves, 9 de febrero de 2012

Un barrio para mi nocturno

I

A veces veo a gente
lisa y vacía, con un
presente ungido
y ganas de algo.

Mujeres con sonrisas pintadas
-vestidas en ideas heredadas-
que muestran sus fundas.

Hombres con voces de tabaco
que hablan de autos y sueños
perdidos.

El día me enciende con sus soles.

Alucino con el destello verde
entre mis pies.

Me imagino un poco más
lejos -soltándome en el aire-
y ya arrojado al vacío
te recuerdo.

II

Faroles rojos
como ciruelas mordidas
dictan las líneas rectas.

No. Digamos la verdad:
es todo un ensueño.

III

Subo sin problemas
encuentro el hueco
y me ubico.

Ahora espero a que muevas
las cejas y logres
que entienda algo.

IV

Una sola idea: saltemos.
Sin miedos. En el precipicio
verde lo peor puede pasar abajo.
¿Pero quién dudaría de nuestras
orejas encendidas?

V

El café seca los sesos
y los renueva. Ya puedo
hacer cuentas otra vez:
1, 5, 33. Vos saltaste y
no dijiste: 2, 63, 101.

Ahora presto más atención a las formas
pero sigo siendo abyecto
con las muecas.

VI

Si cada bolso fuera un pez
y dijera: "hoy quiero
volcar el cielo en una
aguja para que todo
el invierno se mezcle
con la arena", pensaría:
"todo esto no es cierto".
Sigue siendo mejor
escuchar a la tierra
hablando de pavadas
que a mí, que descreo
del alba.

VII

Veo como la gente empieza a brotar
desde el cemento y se mira
con vidrios mojados,
sin más candor que esta
mañana incierta.

Por fin vi a alguien y pensé:
"qué buena camisa". Si tuviera
hombros quedaría flotando
entre mis huesos tibios y yo
te abrazaría con mi carne
imaginada.

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