Hoy senté a la tarde
en el umbral de la casa
sus tazas
tibias
se desbordaban de sed.
Tuve celos
de su pomposa
soledad
me tentó oír
su rezo infértil
pero el ruido de un motor
de leña
fundió mi marea
y descubrí que este cielo prestado
no nos salva del silencio.
sábado, 1 de marzo de 2014
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