Un cuervo voló sobre mi cabeza.
Ante el augurio fatal abrí mis venas y
miré si estabas.
Y no estabas.
Las hojas tienen venas, o algo
parecido: ramas. Si algún día me viese
vestido como Enrique VIII
o Luis XVI me temblarían
las piernas, pero no creo que me
cause gracia.
Si son las hojas las que tienen venas,
¿es posible que también me haya confundido
y ese cuervo nunca pasó?
Te espero en silencio como el pescador.
De esa forma la esperanza
se adhiere a su caña.
Y sin embargo
los peces escapan.
martes, 25 de marzo de 2008
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