La cabeza de mi padre
muerto parecía
una luna llena
blanca
fría
lejana.
Pude tocar su arena
-en el silencio-
entre sus cejas.
Pude prestarle mi carne
pero preferí ser
testigo del suspiro.
Su garganta sonaba
como una tormenta
vacía y seca.
Y yo me sentí tan solo
que creí estar de nuevo
en la tierra.
jueves, 6 de junio de 2013
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